¿Para que sirve la cultura?

Me hice esa pregunta muchas veces. En
este mundo, el del úselo y tírelo, para nada. ¿Acaso necesito saber, por
lo menos, tres canciones de Atahualpa Yupanqui para enriquecerme con
una importadora de implantes dentales de platino? Claro que no. Y el
superhombre del siglo XXI, que goza de libertad financiera y que leyó
unos cuantos mamotretos de autosuperación personal, sabe eso a la
perfección.
El plan “motosierra” de Milei -así llaman los colegas del Diario Perfil a su
plan de recorte extremo del Estado- dicta la eliminación de los
ministerios de Mujeres, Género y Diversidad; de Salud y Desarrollo
Social; de Educación, que se eliminará junto con el plan Progresar y que
a su reemplazo se instalará un sistema de vouchers; de Ambiente; de
Obras Públicas; el de Ciencia, Tecnología e Innovación; el de
Transporte; de Educación y Desarrollo Social y el de Cultura. Se
acabaron los subsidios, las becas y demás dignidades culturales, que
son dignidades sociales.
Tan solo imaginense pagar una entrada carísima para ver una función
en nuestro tan querido CCK o que una tradicional excursión escolar al
Cabildo sea algo impensable porque “no es rentable”.
Es un misterio quién se ocupará de la preservación de los monumentos
históricos. El Ministerio de Cultura, tanto de la nación como de la ciudad,
se encarga “de la preservación, cuidado y difusión del patrimonio
material e inmaterial”. Este estamento hoy parecería reinar solo
implícitamente. Está tan vulnerado que solo en la Ciudad de Buenos
Aires se cuentan por 86 los inmuebles ya demolidos y 115 en peligro.
La intención que acarrea este plan autodenominado “anticasta” es una
reducción drástica del gasto público para hacer frente al déficit fiscal y
de los impuestos. Si bien explica que no van a echar a ningún empleado
de carrera del Estado, van a “echar a todos los cargos políticos y
nombramientos que se hayan realizado durante el año 2023”.
Javier se declara fanático de la ópera y del Bel canto. Recodarán
algunos a Rodolfo, el poeta tenor de La Boheme de Puccini, quien al no
tener leña para calentarse en el invierno parisino, arroja su obra de
teatro a la chimenea. ¿Así nos quiere Javier? ¿Se acabarán los
subsidios a editoriales, revistas y centros culturales? ¿El patrimonio
cultural estará a la merced de un grupo de empresas privadas? ¿Y los
museos? La cultura, si no vende, no sirve. Es “cosa de ñoquis”

Nota escrita por Felipe Sokol, Alumno del Colegio de la Ciudad.